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jueves, 13 de febrero de 2014

¿Quién le pone el cascabel al gato? (un post largo por CGG)

Pocas veces en la historia de la Argentina reciente, hemos podido ver con tanta claridad, la actitud voraz, depredadora y egoísta de buena parte de los empresarios, productores, intermediarios y comerciantes, como en la semana previa y la posterior a la devaluación de fines de enero de este año. Otros protagonistas importantes de esa corrida, como el sector financiero, mantuvieron el privilegio del anonimato, contando para ello con la inestimable colaboración de la mayor parte de los medios de comunicación, que a través de los supuestos especialistas o pronosticadores económicos (que habitualmente yerran) con marcados lazos e intereses comunes con sectores económicos y financieros, lo invisibilizan o generan una ilusión de neutralidad del sector de negocios financieros.

No se trata de buscar malos de película, solo con verlos actuar, la mayoría de nuestros conciudadanos ya los ha juzgado y condenado.

Lo paradojal sucede en el momento ya clásico en estos tiempos y por esta geografía, de la atribución de culpas (no responsabilidades). Allí entran a tallar y con fuerza, los formadores ya no de precios sino del sentido común, o sea el elenco estable de supuestos economistas que colonizan, no casualmente a casi todos los medios, sobre todo los dominantes y que para variar, expresan la visión,  y en forma embozada, los intereses del sector financiero y de los formadores de precios (desde Techint hasta el de la granjita de la vuelta de tu casa, claro que con distinto grado de responsabilidad y rentabilidad). Un Margariti de canal 3 por ejemplo, liberal a la Argentina en su visión academicista y representante de la ortodoxia, que aparece entonces para repetir como vienen haciéndolo desde hace décadas, que la inflación es un problema de emisión monetaria.
Por ende es el Estado quien la genera, y en particular este Gobierno, por su elevado gasto público, que supuestamente emite no para cubrir inversiones, como ha sucedido en la mayor parte de la última década sino para gastos improductivos o clientelares.
Esta alambicada elaboración, que a poco de andar resultaría imposible de explicar, si fuera interrogado el diariero de la esquina que la repite como una verdad revelada, parece grabada a fuego en vastos sectores de nuestra sociedad.
Tiene un doble perjuicio, ya que por un lado oculta o nubla a quienes efectivamente generan los aumentos sostenidos de precios, que no son otros que los que pueden remarcar, y de este modo apropiarse de un margen mayor de ganancia a costilla del consumidor (o sea los que no pueden remarcar) . Y por otro, desplaza la responsabilidad o culpabilidad hacia el Estado, ese mismo a quien luego se le reclama que controle los aumentos de precios!
Y justo ahí, cabría preguntarse: ¿Cuánto control sobre la economía por parte del Estado está dispuesta a bancar nuestra sociedad? ¿Sería lícito fijar márgenes de rentabilidad, para los distintos eslabones de una cadena de valor? ¿Es posible hacer esto, o se necesitaría una burocracia gigantesca?
En definitiva: ¿Cuánto y qué calidad de Estado queremos?

¿Qué culpa tiene el tomate?

Cualesquiera sean las respuestas, el discurso de la Presidenta del miércoles 12 de febrero, vino a cubrir, en parte el vacío de respuestas a lo anterior que se podía percibir en la ciudadanía en general y aún en ciertos sectores de la militancia oficialista. La oposición prefiere ni siquiera hacerse esas preguntas por lo menos por el momento, entretenida en reuniones inverosímiles como la de Hermes Binner con Hugo Moyano y en jugar a las visitas con supuesto beneficio electoral de cara a las presidenciales del 2015.
Cristina "comunicó" con simpleza, con nombre y apellido, lo que muchos ya sabíamos y es extensible a otros actores económicos. Abusos de precios, cartelización, acuerdos oligopólicos, márgenes dantescos, ocultamiento de mercadería y agiotismo.
Por otra parte, aprovechó para denunciar con base en los dichos del economista no oficialista Miguel Bein, lo también evidente pero negado enfáticamente por el bloque económico-mediático-político opositor: se quisieron llevar puesto al gobierno mediante la corrida cambiaria de hace dos semanas.
Explicó que el gobierno nacional y los funcionarios correspondientes están trabajando para evitar una traslación excesiva a precios por efecto devaluatorio y prometió sanciones a quienes incumplan con acuerdos previos, así como quienes incurran en prácticas económicas desleales. Pidió, asimismo a la militancia y a los ciudadanos en general que se involucren en la pelea, pero quizás falten allí herramientas que vayan más allá de los "apagones" de consumo.
Advirtió de paso, sobre lo que ya están avisando los constitucionalistas opositores permanentes, como el Sr. Badeni, de que la Justicia podría impedir la efectivización de esas multas o sanciones y aprovechó también para reclamarle a la Corte que falle, en el caso del diario La Nación, que tiene una deuda previsional de unos 300 millones de pesos y que los supremos mantienen "frizzado" desde hace años.

La Cadena es esencial
No hubo autocríticas o revisiones sobre los posibles errores que condujeron a esta situación de debilidad de las reservas y de la economía que facilitó la maniobra desestabilizadora, claro que dado el momento no parece justo reclamárselo, teniendo en cuenta la cantidad y la calidad de los desestabilizadores, algo similar a lo ocurrido durante la batalla de la 125 en el año 2008.
Y en un tramo justificó el uso de la cadena nacional en el también archisabido ninguneo de los principales medios gráficos y audiovisuales sobre los actos de gobierno. Aún así, podría señalarse que sin tener precisiones sobre a cuantos millones de televidentes o radioescuchas llegó la emisión, cuantos de ellos simplemente eligen no verla o escucharla, e inclusive cuantos teniendo afinidad o interés por saber, mantienen su atención en estos discursos. Cualquiera sea la respuesta a lo anterior, el uso de la "cadena", parece seguir siendo necesario para un gobierno, que es permanentemente ninguneado, cuando no tergiversado en sus dichos e intenciones.

Por último y no menos importante, la presidenta llamó a evitar el efecto narcotizante que tienen las posiciones negativas sobre el control de los precios de las que hablábamos al principio de la nota, ya que al invisibilizar a los remarcadores y culpar o hacer ver como inútiles los esfuerzos del Estado o de los propios consumidores, inducen a la sociedad al desánimo. Y a sentirnos abandonados al capricho de un Dios muy cruel, al que algunos llaman Mercado.........




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