por Clemente Gómez Grandoli
A
propósito del asesinato de David Moreira en barrio Azcuénaga.
Si
hiciéramos un recorrido por los resultados de diversos sondeos y encuestas, y
luego cruzáramos esos datos con los de las elecciones de los últimos años, es
factible que nos encontremos con ciertas incongruencias, tanto en el
comportamiento como en la toma de posición de muchos dirigentes y algunos
sectores políticos, que disponen de los mismos datos, pero parecieran preferir
seguir una agenda y un discurso dictado por los grandes medios nacionales o
locales (por caso La Capital en nuestra ciudad), esto dicho en referencia a
temas variados como seguridad, administración de justicia o cuestiones
económicas como inflación.
Esta
situación también induce a error a buena parte de la ciudadanía, llevándola a
creer que las posturas políticas conservadoras, las visiones económicas
ortodoxas y en general todo lo que difusamente suele denominarse como la
derecha o de derecha, son hegemónicas o mayoritarias en nuestra sociedad. Muy
por el contrario, y como pudo verse en encuestas a raíz de la ola de intentos
de asesinato por grupos de supuestos vecinos hartos o indignados de los últimos
diez días, quienes se manifiestan abiertamente a favor de ese tipo de prácticas
no llegan al 10 por ciento de los consultados, subiendo a menos de un 30 si
sumamos a quienes las justifican de diverso modo. Lo mismo sucedería con temas
como pena de muerte o prácticas represivas ilegales como tortura.
Sin
embargo, muchas personas asumen lo contrario como cierto y evitan opinar al
respecto presuponiendo estar en minoría y llamándose a silencio, con lo que la
percepción errónea se agiganta. A los efectos provocados por esa falsa
percepción de algunos vecinos y dirigentes de todo tipo, sumados a los
provocados por un conjunto de medios de vasto alcance y capacidad de
reproducción, suele denominárselo CONO DE SILENCIO.
En
Rosario, como en toda la provincia, los sucesos de Barrio Azcuénaga han
encendido un debate que dista de cerrarse. Las primeras horas fueron de
confusión y con la única excepción del Diputado Provincial Eduardo Toniolli (FPV-Movimiento
Evita) quién llamó a las cosas por su nombre: homicidio al supuesto
linchamiento, y más tarde de la intendenta Mónica Fein (socialista) que sin tanta contundencia, condenó ese tipo de actitudes, diferenciándose de Hermes Binner y el gobierno provincial que prefirieron hacer la del avestruz, el resto de la dirigencia local y agrupaciones políticas, se llamó a
silencio, encarnando una actitud entre timorata y especulativa. Más tarde algunos dirigentes subsanaron el error, bien que tardíamente.
De todos modos, la discusión continuó con fuerza a través de las redes, haciendo expresa aclaración de que el intercambio de insultos y agravios en foros de lectores on line como los del diario La Capital, no merecen ni siquiera ser considerados dentro del debate. En su mayoría, las opiniones manifestaban su pesar por el suceso y algunos arriesgaban algún análisis de porqué podría haberse llegado hasta allí. La búsqueda de explicaciones, a veces puede llevar por un camino de confusión, a pronunciar justificaciones.
De todos modos, la discusión continuó con fuerza a través de las redes, haciendo expresa aclaración de que el intercambio de insultos y agravios en foros de lectores on line como los del diario La Capital, no merecen ni siquiera ser considerados dentro del debate. En su mayoría, las opiniones manifestaban su pesar por el suceso y algunos arriesgaban algún análisis de porqué podría haberse llegado hasta allí. La búsqueda de explicaciones, a veces puede llevar por un camino de confusión, a pronunciar justificaciones.
La
muletilla “ausencia del estado”, que
puede ir desde la obvia y urgente necesidad de contar con mayor y mejor
presencia policial para prevenir delitos menores como arrebatos y hurtos o controlar el negocio narcoterritorial de los bunkers, hasta
la falta de cloacas en más del 30% de la ciudad, servicios públicos que colapsan o son deficitarios como el transporte, pasando por la sospecha de
buena parte de la ciudadanía de que una rara asociación de políticos, jueces y
fuerzas policiales habilita que el negocio de la narcocriminalidad sea más
rentable y deseable para los uniformados que el "cumplimiento del deber" , tanto como compartir con los
denominados “motochorros” parte de sus magros botines, en zonas que los vecinos
sienten como “liberadas”, y algunas cuestiones más, esa apelación difusa a la ausencia del Estado, confunde más que explicar y es aprovechada maliciosamente por algunos.
La
alusión a un “estado ausente” ha sido utilizada tanto por dirigentes como Massa,
Del Sel o el Cachi Martínez, pasando por sociólogos, periodistas y ciudadanos
que se consideran a sí mismos “progresistas”, con lo que se revela la
multiplicidad de sentido y el riesgo de que tal intento de explicación sea
reconvertido por los medios en parte del mecanismo que justifique la conducta
criminal de quienes asesinaron al albañil David Moreira de 18 años, asestándole
certeras patadas en su cabeza.
Intentar
describir con académica precisión, cual sería el espesor de la “grieta social”,
es mientras tanto menos deseable y necesario que condenar abierta y claramente,
tanto a los intentos de asesinatos tribales como a los medios que agigantan la
percepción de los delitos generando un clima social de intolerancia. Y por
supuesto es necesario evitar caer en ese tramposo CONO DE SILENCIO, que medios
como La Capital, Canal 3, Rosario3, El Ciudadano y otros suplementos locales, construyen
a diario.
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