Así como en esa encantadora y sutilmente budista película,
llamada por aquí, Hechizo del Tiempo, una marmota (que no es periodista)
determina al salir de la cueva cuanto falta para que llegue la primavera, acá
sin tanto encanto ni bambolla, sabemos cuándo se termina el año gracias al
rengo Sosa, ordenanza del Concejo Deliberante de la ciudad de Rosario.
La ceremonia con el roedor, que como todos saben es bastante
perezoso, se realiza todos los años en la plaza principal de un pequeño poblado
de nombre impronunciable del estado de Pensilvannia: Punxsutanney. Queda en el
noroeste del país, y allí la policía la tiene más aliviada que en Missouri y
todos esos estados sureños llenos de negros que se obstinan en seguir siendo
pobres y vivir en estados donde no los quieren. En cambio en el soñado
villorio del filme de marras, el grueso de la población es blanca y lo más bravo que deben
enfrentar los también blancos agentes del orden en el año, es controlar a la
horda de movileros subnormales de canales de televisión que intentan tener la
“exclusiva” con Phil, que así se llama el simpático animalito. En realidad,
después de ver unas veinte veces la cinta, sigo sin entender como esos tipos
disfrazados dictaminan si la primavera se adelanta o llega a las 6 semanas
justo, pero bueno, como todo ritual exige que los acólitos depositen un tanto
de fe y credulidad en los que lo ejecutan. Y además Andie Mcdowell está tan
linda y Bill Murray tan Bill Murray, con esa economía gestual, que a veces me
pregunto si realmente es tan buen actor o simplemente es imposible de
determinarlo, que me resulta imposible no verla cada vez que la engancho en
algunos de los prontos a desaparecer, canales de cine por cable.
Pero bueno, no me voy a dejar vencer, una vez más por el
colonialismo visual al que he sido sometido durante tanto tiempo y vayamos de
lleno a la cuestión que realmente nos interesa, nos incumbe y nos es propia,
porque como ud. sabrá acá la primavera es en setiembre como debe ser y no en
marzo como en yanquilandia.
Como todos creemos, tanto los finales como los
principios a veces tienen fechas ciertas para luego formar parte de las
efemérides, como la caída del muro de Berlín, la llegada del hombre a la luna o
cuando salió campión Racing por última vez. Pero también puede suceder que esto
no sea así y nos encontremos frente a incertidumbres difíciles de superar, como
en el caso de la fundación de Rosario, o el de cuando realmente termina el año.
Ahí ud. me dirá, de que habla este pazguato, todos los años y en todos los
hemisferios los años terminan el 31 de diciembre, y capaz que algo de razón
tenga. Pero como todos sabemos, interiormente la mayoría de los mortales siente
que el año se terminó bastante antes de esa fecha.
Algunos sostienen que es
cuando terminan las clases, y si no te llevaste ninguna mejor aún, otros cuando
empiezan los primeros calores y llegan las quejas mientras se va para el
trabajo, no faltan los que sostienen que es cuando se producen los primeros
cortes de luz de la EPE, así como los que afirman rotundamente que esto sucede
cuando termina el campeonato de primera división.
Todas paparruchadas!
Desde hace un tiempo, los rosarinos que tienen la posta
saben, que el fin de año lo determina el rengo Sosa, uno de los ordenanzas más
viejos del Concejo Municipal, que funciona en el señorial edificio de Córdoba y
1ro de Mayo. El rengo tiene libre acceso a todos los despachos de todos los
bloques de todos los partidos políticos, y lleva y trae además del café,
chismes que distribuye por doquier, siendo por tal circunstancia el favorito de
los “cronistas parlamentarios”, nombre
rimbombante que se autoimpusieron los noteros de los diferentes medios de la
ciudad que trabajan en ese cuerpo legislativo. Se ha dado el caso de que dos o
más de estos periodistas han publicado versiones diferentes de un mismo suceso
y que en ambos casos la fuente no era otro que el mismo rengo, quien al ser
recriminado por la ambivalencia de sus dichos, contesta con un clásico: “todo
depende del cristal con el que se mire…..” a lo que los movileros asienten con
resignada conveniencia.
De resultas, que generalmente a mediados de noviembre o más
bien tirando a fines, el rengo comienza a olvidarse los pedidos, deja de hablar
con los concejales, sus secretarios y asesores, murmura por lo bajo, pregunta
hasta cuándo va a haber sesiones, qué pasa que la intendenta no manda el
presupuesto para su tratamiento y la tensión va en aumento hasta que una mañana
y sin que medie nada importante le descerraja una puteada al más antiguo de los
curiles, Jorge Rosario Boasso, o lo manda a freír churros al propio Zamarini, presidente del cuerpo,
por el solo hecho de haberle solicitado un café…..en ese preciso momento todos
comprenden que por más que andemos simulando, haciendo como que hacemos, el año
ya ha terminado.
Y está bien, porque a esta altura de los acontecimientos, ya
nadie (y no solo en el concejo) tiene más ganas de hacer nada………..
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