Claro que sin el glamour de las películas yanquis, y con un tono bastante más pedorro, el tribunal invitó al acusado a dar su alegato final, previo al dictado de la sentencia.
El calvo se levantó, con ese aire entre casual y sorprendido, acomodó su camisa, se abrochó el saco y se ubicó en el breve estrado frente al micrófono.
Y habló. Brevemente, con su voz entre aflautada y chillona.
No necesitó de muchos argumentos, para convencer al tribunal.
Sacó dos billetes del bolsillo derecho, los tomó por los bordes ubicando al de color violeta por encima del de verde.
Sin titubear y mirando a los jueces firme y serenamente a los ojos les dijo:
"Sus señorías, si millones de argentinos creyeron durante tres gobiernos consecutivos que estos dos billetes valían lo mismo........como no van a creer uds. tres en mi inocencia......
y ahí nomás lo absolvieron......"
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